El maestro don Ángel Rosenblat hizo una descripción de las diferencias dialectales de América a través de las hazañas léxicas a las que se enfrentaría un turista español
Un dialecto es una variedad hablada de una lengua, que se caracteriza por poseer rasgos fonéticos-fonológicos, morfosintácticos y léxicos particulares con respeto a otras variedades de la misma lengua; debido a razones culturales, geográficas, históricas y sociales, y está restringido en un determinado territorio. Para ilustrar este hecho lingüístico, el maestro don Ángel Rosenblat, en su obra El castellano de España y el castellano de América: Unidad y diferenciación (1962), hizo una descripción de las diferencias dialectales de América a través de las hazañas léxicas a las que se enfrentaría un turista español a lo largo y ancho del continente. Siguiendo el ejemplo del maestro, ilustraré el léxico característico de algunos dialectos del español hablado en Venezuela, a través de las vicisitudes a las que se enfrenta un turista caraqueño en su recorrido por el país.
Llega nuestro amigo a Punta de Mata, estado Monagas, Región Oriental, donde se asan las arepas en aripo –plancha circular de hierro o de barro–, lo que en Caracas se llama budare; y el café se calienta en un canarín, que es una ollita de metal blando con un agarradero. Se toma jugo de catuche, fruta conocida en la capital como guanábana; también se bebe carato de mango y guarapo de caña, a lo que en otras regiones se le dice jugo. Además, en dicha ciudad se acostumbra a comer cazabe –torta muy delgada a base de yuca amarga rallada, después de habérsele sacado el yare–. Y se juega truco, juego de barajas que en otras latitudes es truque, del catalán truc.
En esta ciudad oriental, hay que echarle un ojo a los guarichos, porque son muy tremendos. Es decir, a los niños, que en Caracas los llaman carajitos y en los Andes, sutes o chinos.
La gente va al mercado a comprar vituallas, chícharos y chaco. O sea, verduras; un tipo de leguminosa y batata.
El viajero se queda asombrado al ver que, pasada las veinte horas, el cielo está anaranjado como si aún estuviera el sol en el horizonte, pero no se trata del crepúsculo, sino que así son las noches en las ciudades rodeadas por los mechurrios que queman el gas de los pozos petroleros. Al dirigir la vista hacia una de las paredes de la casa exclama: “¡Un tuqueque!”, a lo que le contestan: “Mijo, eso es un guaripete”, a saber, un tipo de lagartija.
Los niños juegan picha –metra, en otros estados– y algunos van a cazar potocas, es decir, un tipo de ave sabanera de la familia de las columbidae, que en otras regiones de Venezuela se le llama maraquita; para esto se utiliza una gomera, lo que en otros pueblos se conoce como china o fonda.
Alegre de haber compartido con los gentiles monaguenses y de haber aprendido nuevas palabras, nuestro turista capitalino parte ahora hacia el sur, a la Guayana.
(Continúa)
Tomado de Diario Ultimas Noticias - Redactado por José Á, Martínez Lara